La industria de la moda está entrando en una nueva era donde la sostenibilidad y la transparencia ya no son opcionales, son legalmente obligatorias y comercialmente esenciales.
Los reguladores gubernamentales de todo el mundo están exigiendo pruebas de abastecimiento ético, responsabilidad ambiental y rendición de cuentas social. Lo que antes se consideraba "buena práctica" ahora es un requisito vinculante respaldado por multas, sanciones e incluso envíos bloqueados. Las expectativas de los consumidores e inversores están acelerando este cambio: los compradores exigen trazabilidad y responsabilidad en lo que compran, mientras que los inversores insisten en un rendimiento ESG medible.
A pesar de estas presiones duales, la mayoría de las marcas aún dependen de hojas de cálculo manuales y sistemas aislados, lo que hace casi imposible cumplir con las expectativas y mandatos en la UE, EE. UU., Canadá, América Latina y Asia-Pacífico. Sin modernización, las empresas enfrentan multas elevadas, fracasos en auditorías, daños a la reputación y pérdida de acceso a los mercados globales.